Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Immanuel Kant



La antigua filosofía griega se dividía en tres ciencias: la física, la ética y la lógica. Esta división se adecua perfectamente a la naturaleza del asunto y no hay nada que corregir en ella, a no ser añadir el principio en que se fundamenta, para cerciorarse así de que efectivamente es completa y poder determinar exactamente las necesarias subdivisiones.
Todo conocimiento racional es, o bien material, y se refiere a algún objeto, o bien es formal, y se ocupa solamente de la forma del entendimiento y de las reglas universales del pensamiento en general, sin distinción de objetos. La filosofía formal se llama lógica, mientras que la filosofía material, se divide en dos. Porque estas leyes son, o bien leyes de la naturaleza, o bien leyes de la libertad. La ciencia de las primeras es la física, la de las segundas, ética. Aquélla también se llama teoría de la naturaleza, y ésta, teoría de las costumbres.

La lógica no puede tener una parte empírica, es decir, una parte en que las leyes universales y necesarias del pensamiento descansan en fundamentos derivados de la experiencia, pues, de lo contrario, no sería lógica, es decir, un canon para el entendimiento o para la razón que vale para todo pensamiento y debe ser demostrado. En cambio, tanto la filosofía natural como la filosofía moral pueden tener cada una su parte empírica, porque aquélla debe determinar las leyes de la naturaleza en cuanto objeto de la experiencia, mientras que ésta debe hacer lo mismo con las de la voluntad del hombre en la medida en que es afectada por la naturaleza; las primeras se consideran leyes por las que suceden los fenómenos, y las segundas leyes según las cuales suelen suceder determinados fenómenos, aunque, sin embargo, se examinan las condiciones por las cuales muchas veces no suceden.

Puede llamarse empírica a toda la filosofía que se apoya en fundamentos de la experiencia, pero la que presenta sus teorías derivándolas exclusivamente de principios a priori se llama filosofía pura. Esta última, cuando es meramente formal, se llama  lógica; pero si se limita a ciertos objetos del entendimiento entonces se llama metafísica.

De esta manera se origina la idea de una doble metafísica, una metafísica de la naturaleza y una metafísica de las costumbres. Por consiguiente, la física tendrá su parte empírica, pero también una parte racional. La ética, igual, aunque aquí la parte empírica puede llamarse concretamente antropología práctica, mientras que la parte racional es la  moral propiamente dicha.



Immanuel Kant en Introducción a Fundamentación de la metafísica de las costumbres.



En la ‘Introducción’ por Luis Martínez de Velasco me sorprendió lo siguiente:
Aquel que sistemáticamente se engaña sobre sí mismo se está comportando irracionalmente, mientras que quien es capaz de dejarse ilustrar sobre su propia irracionalidad no solamente dispone de la racionalidad de un agente capaz de juzgar y actuar racionalmente con arreglo a fines, capaz de la racionalidad de un sujeto moralmente lúcido y digno de confianza en asuntos práctico-morales… sino que también dispone de la fuerza de comportarse reflexivamente frente a su propia subjetividad y desvelar las coacciones irracionales a que pueden estar sistemáticamente sometidas sus manifestaciones cognitivas y prácticas morales.

Jürgen Habermas




Aporía - Wiki.

El término aporía (del griego πορία, dificultad para el paso), a veces escrito como aporima, hace referencia a los razonamientos en los cuales surgen contradicciones o paradojas irresolubles; en tales casos las aporías se presentan como dificultades lógicas casi siempre de índole especulativa.1
Debe observarse que muchas especulaciones que en su momento fueron consideradas aporías, es decir, paradojas irresolubles, luego han sido resueltas merced a los avances cognitivos o a los cambios de paradigma, de cosmovisión o de episteme.n. 1

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Una voluntad perfectamente buena se hallaría, según esto, bajo leyes objetivas (del bien), pero no podría representarse como coaccionada para realizar acciones simplemente conformes al deber, puesto que se trata de una voluntad que, según su constitución subjetiva, sólo acepta ser determinada por la representación del bien. De aquí que para la voluntad divina y, en general, para una voluntad santa, no valgan los imperativos: el no tiene un lugar adecuado aquí, porque ese tipo de querer coincide necesariamente con la ley. Por eso los imperativos constituyen solamente fórmulas para expresar la relación entre las leyes objetivas del querer en general y la imperfección subjetiva de la voluntad humana.

Pues bien, todos los imperativos mandan, o bien hipotéticamente, o bien categóricamente. Aquéllos representan la necesidad práctica de una acción posible como medio de conseguir otra cosa que se quiere (o que es posible que se quiera). El imperativo categórico sería aquel que representa una acción por si misma como objetivamente necesaria, sin referencia a ningún otro fin.

Por consiguiente, sólo hay un imperativo categórico, y dice así: obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal.

El imperativo práctico será entonces como sigue: obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio.


En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad.

La moralidad es aquella condición bajo la cual un ser racional puede ser un fin en sí mismo, puesto que sólo por ella es posible ser miembro legislador en un reino de los fines. Así pues, la moralidad y la humanidad en cuanto que es capaz de moralidad son lo único que posee dignidad.


Las tres citadas maneras de representar el principio de la moralidad son, en el fondo, otras tantas fórmulas de una misma ley, cada una de las cuales contiene en su interior a las otras dos. […] En efecto, todas las máximas tienen:

  1. Una forma, que consiste en la universalidad, y en este sentido se expresa la fórmula del imperativo categórico afirmando que las máximas tienen que ser elegidas como si debieran valer como leyes naturales universales.
  2. Una materia, es decir, un fin, y entonces la fórmula sostiene que el ser racional debe servir como fin por su naturaleza y, por consiguiente, como fin en sí mismo, o sea, que toda máxima ha de suponer una condición limitativa de todos los fines meramente relativos o caprichosos.
  3. Una determinación integral de todas las máximas por medio de la fórmula según la cual todas las máximas deben concordar, por propia legislación, en un reino posible de fines como si fuera un reino de la naturaleza.
I. Kant

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